Llegamos el pasado sábado día 23 de Julio. Hicimos escala en Istambul y en nuestro segundo y último vuelo, ya nos acompañaba el sonido del nepalí, con familias y parejas que volvían a su país, no sabemos bien después de cuánto tiempo. Dormimos pocas horas y pudimos ver amanecer desde el avión. Las tormentas del monzón desviaron la ruta de nuestro vuelo y entramos por el sur de Kathmandu, por lo que nos perdimos las vistas de los Himalaya. Sin embargo, sobrevolamos la amplia y frondosa selva del sur de Nepal, atravesada por inmensos ríos, y que iba cogiendo altura poco a poco, sorprendiéndonos con casas y pueblos aislados en las crestas de las montañas más escarpadas. Aquí, les llaman colinas.
Aterrizar en Kathmandú fue como meter la llave en la cerradura de casa. Por fin, cuatro años después. A pesar de la lluvia, se veía el suave perfil de Gauri Shankar, uno de los 7 miles visibles desde la ciudad. Hechas las gestiones del visado y recogidas las maletas, nos encontramos con la primera cara amiga: Mhindup Lama del proyecto Maitri Griha vino a recogernos. Nos colocó un primer “kata”, típico pañuelo budista usado en rituales de bienvenida, despedida y ceremonias varias. Desde entonces, nos hemos estado alojando en su casa, bien cuidadas por su madre, a la que conocemos como Ama.

El área donde vivimos es mucho más tranquila que el centro de Kathmandu, todavía se reservan huecos para plantar maíz y otras verduras, a mano para hacer el daal bhat tarkari de cada día. Hace apenas 6 años, esta parte del valle prácticamente no tenía casas, y ahora es difícil encontrar un hueco libre, o una casa que no esté en construcción. La ciudad sigue creciendo mucho más rápido de lo que puede sostener, con poca planificación estratégica y recursos básicos limitados. No sabíamos muy bien qué nos encontraríamos, y a primera vista y en general, la sensación es que poco a ha cambiado tanto que no lo podamos reconocer. Algunas de las carreteras, por ejemplo, la que llega hasta nuestra casa, han mejorado considerablemente gracias a una mayor inversión en carreteras. Pero la cosa va por barrios, ya sabemos. Las nuevas construcciones hechas en el curso de pequeños ríos del valle se inundan rápidamente en pocos minutos cuando el monzón hace acto de aparición. La basura sigue apilada por las calles, en un aparente caos que realmente no lo es tal, ya que hay días concretos para la recogida de basura. Parece que se oyen voces en las esferas políticas de introducir mejoras en la gestión de las basuras. Algunas ciudadanas lo intentan, y sacan su basura, separada y ordenada a las montañas de desperdicios. Nadie sabe explicar a ciencia cierta lo que ocurre con ella después…se quema, se entierra, se echa al río, alguna cosa se reciclará.
En todas nuestras conversaciones, la temática central es la subida de los precios, especialmente el de la gasolina, y la preocupación por el cambio climático. También sienten inquietud por la guerra en Ucrania. “¿Por qué en Europa prefieren la guerra a sentarse a hablar?” nos preguntan.


En esta primera semana hemos podido visitar algunos de los proyectos, poniendo especial énfasis en la parte más humana (y menos técnica) de los reencuentros. Cuatro años son muchos años. Todas coincidimos en que, desde entonces, parece que el mundo es otro. Reconocemos los retos diversos y solapados que nos hemos ido encontrando, tanto a escala local como global, tanto en Spain como en Nepal. También estamos de acuerdo en que, a pesar de todo ello, hemos seguido en contacto, hemos seguido colaborando, trabajando, proyectando y que podernos reencontrar físicamente es todo un regalo que nos insufla de energía para poder seguir “milera”, que en nepalí significa “juntas”.
Maitri Griha, el centro de día para niños y niñas con diversidad funcional sigue adelante pese a las muchas trabas que se van encontrando. Por una parte, la financiación de sus diferentes contrapartes internacionales, o bien se ha reducido (como la nuestra) o bien ha desaparecido. Ahora mismo cuentan con apoyos mínimos para seguir adelante. Hace 3 años que tienen parada la construcción del nuevo edificio, a falta de completar la última planta, espacio destinado al juego al aire libre y a la sala de fisioterapia. En el interior, 8 niños y niñas siguen recibiendo del inmenso amor y cuidado que les ofrecen los y las cuidadoras de Maitri Griha, limitados por el espacio a la espera de contar con la última planta. En los últimos meses han tenido que hacer alguna derivación de casos y han acogido a otros. Aayaus Thapa es un niño de 8 años que llegó con su familia a Kathmandú hace unos meses, sufre de epilepsia y problemas motores. Tiene una de las sonrisas más dulces que hemos visto, que le ilumina la cara antes y después de sufrir sus frecuentes convulsiones epilépticas. Lleva algo más de dos meses en el centro y Gita, la fisioterapeuta, nos cuenta satisfecha que está respondiendo muy bien al trabajo y la estimulación que hace con él. Sandesh, Silesh y Anish son los alumnos más mayores y veteranos. Maitri Griha siempre tuvo la intención y el propósito de entrenarles para salir al mundo, y que puedan ser lo más autónomos posibles. Sin embargo, la realidad es otra. Han invertido muchas horas en crear diferentes artículos para la venta (collares típicos de Nepal, papel reciclado, velas…) pero ninguno de ellos tiene salida en el mercado. El mundo lleva otro ritmo, y no está listo para acogerles. Sigue sin ser un lugar seguro para ellxs. Y entonces ¿qué? Este es uno de los mayores quebraderos de cabeza para el equipo de Maitri en la actualidad. No se sienten cómodos pidiéndoles que se marchen, después de tantos años. Buscan darle la vuelta a la situación para que sigan conectados al proyecto y que, al mismo tiempo, ganen autonomía. De momento, no hay respuestas. Por eso están buscando otras entidades con fines similares, para conectar con ellas, hacer red y aprender de otras experiencias. ¿El gobierno? Nada, como siempre. No hay ningún tipo de ayuda para Maitri, ningún apoyo institucional. Entre eso y la reducción de acceso a fondos internacionales, es urgente buscar otras formas de financiación, y cobrar a las familias no es una opción. “Es muy duro” dice Mhindup una y otra vez “Pero no podemos parar. Estos niños y niñas necesitan ser atendidos. ¿Cómo les voy a cobrar? Lo haremos como sea, mientras mantengamos viva la pasión”. Y así se les ve, con la motivación y la pasión tan encendidas como cuando los conocimos. Y así seguiremos, apoyando su labor desde donde estemos, en lo que podamos. Se sienten inmensamente agradecidos de que hayamos seguido a su lado todo este tiempo y haber permitido, por ejemplo, la continuidad del rol de una de las profesoras y de la fisioterapeuta.



Más visitas. Llegamos a la oficina de Asha Nepal un ratito antes de la hora de comer. Las niñas estaban en la escuela. Las trabajadoras sociales, terapeutas y equipo de coordinación plenamente inmersas en sus tareas de gestión y acompañamiento. Entrar en Maitri Griha y entrar en Asha requiere de energías distintas. En Maitri hay aires de celebración, las sonrisas impregnan el cotidiano. En Asha, sabemos que las historias pasadas y presentes son duras y que las sombras pueden ser muy largas. Nos descalzamos y entramos despacio. Sonreímos sin abrir tanto la boca que mostremos los dientes, y nos miramos a los ojos, mucho. Nos abrazamos. El tono de voz es más bajo, más suave. Nuestra conversación más pausada. Nos sirve el té Uma, una de las madres de acogida que también fue víctima de trata sexual. Kusum Pujari nos cuenta que ahora son 20 niñas en 4 casas de acogida. Recientemente lograron reintegrar a 8 niñas en sus familias y comunidades, una noticia para celebrar. Eso no siempre es posible. Puede que el estigma en las familias sea tan fuerte que rechacen a sus hijas, o que el perpetrador inicial que la vendió a las mafias pertenezca a la propia familia. A veces, Asha es el único lugar seguro a largo plazo. Tras la salida de las 8 niñas, han llegado otras 8. Así de rápido, ese es el nivel de necesidad. La policía y otras entidades amigas más centradas en el rescate les derivan casos poco después de hacerse con las niñas. Al parecer, la mayoría vienen de ser explotadas desde dentro de propio país. Esto es un cambio importante en las dinámicas de hace apenas unos años, cuando India era el destino principal. Se estima que hay entre 11.000 y 13.000 niñas y jóvenes menores de edad siendo explotadas en discotecas, centros de belleza y masaje. Las mafias tienen claro su objetivo: niñas que procedan de familias con dificultades económicas severas. Por eso es tan importante el trabajo preventivo que hace Asha Nepal con su programa Keeping Families Safe in Community, que garantiza una escolarización para las niñas, manteniéndolas a salvo en el presente, así como formaciones para las madres, contribuyendo a mejorar su situación en el mercado laboral. Trabajar con ellas la resiliencia es esencial para que no caigan víctimas de la trata. De nuevo, el mayor obstáculo es la financiación. La crisis económica a nivel mundial les ha llevado a perder varios apoyos internacionales, y desde las instituciones, no existe ningún tipo de subvención. De hecho, están teniendo algunas dificultades con nuevas normativas que les imponen desde el gobierno y que les limitan, por ejemplo, a dar cobertura a jóvenes mayores de 18 años. En Asha, trabajan para que se reintegren en sus familias o salgan al mercado laboral y tengan su propia casa, sin embargo, no es matemático y estos procesos pueden alagarse. Ellas saben, pero no se les escucha.
Fuimos juntas a visitar una de las casas de acogida, donde actualmente viven 6 niñas y su madre de acogida. Nos recordaron de la inestabilidad de los contratos y el aumento exponencial de los precios. Una vez más, nos sorprende inmensamente su determinación y vocación. Viven al día con los fondos que van llegando a cuentagotas, o se endeudan. En cualquier caso, su prioridad es la seguridad y el bienestar de las niñas. Agradecen inmensamente nuestro apoyo constante, que, aunque es relativamente pequeño con relación al coste total del proyecto, es leal e ininterrumpido. Una vez más nos recuerdan lo importante de las colaboraciones a largo plazo. Con la campaña que tenemos abierta en migranodearena esperamos poder contribuir a mantener activas 12 de las 108 becas educativas que corren el riesgo de perderse. Esto implicaría que estas niñas se quedarían sin escuela, sobreviviendo al día en entornos hostiles, marcados por la violencia y la precariedad.

Durante esta semana también nos hemos encontrado con James, de Beam Life Foundation, con quien colaboramos durante años con el proyecto de la Biblioteca y el Student to Student en Chalnakhel. Desde la escisión del proyecto TAI y la creación de Ama no hemos vuelto a contribuir económicamente, básicamente porque ante la escasez de fondos, tuvimos que priorizar nuestras intervenciones. Aun así, cuando Ama recupere algo de financiación y tengamos una economía más sólida, esperamos poder seguir apoyando este proyecto. Nuestro encuentro con James fue especialmente bonito porque nos reencontramos con Dhiren y Sadin, dos jóvenes de 25 años que conocimos hace 12, cuando vivimos con ellos en su casa, mientras participaban en un programa de becas educativas.


Ha habido muchos más encuentros, casi todos ellos relacionados directa o indirectamente con los proyectos de Ama en Nepal. Harka, nuestro gran organizador en los viajes solidarios, está bien y deseoso de ver llegar a más turistas; Raju, con su tienda de ropa de montaña y que más de una vez ha hecho de proveedor de nuestros viajeros. Ambos coinciden en la dureza de los últimos dos años, con la llegada escasa de turistas y la obligación de seguir pagando los alquileres. Algo que corroboramos en barrio turístico de Thamel, con un tercio de las persianas bajadas.


Uno de nuestros últimos encuentros de esta semana ha sido con Anu Thapa y Nirajan Sharma. Ambos gestionan los proyectos de la ONG local Youth Foundation Nepal. Después de casi 5 años reuniéndonos online, por fin nos hemos podido conocer en persona. Además, lo hicimos en un contexto especial y novedoso para nosotras: Anu Thapa estranaba una obra de teatro y fuimos invitadas a verle. Toda una experiencia poder estar en una de las pocas salas de teatro que hay en Nepal, junto con muchas otras personas nepalíes, a ver y escuchar una obra en su idioma y aun así, vibrar con la intensidad de la música, las expresiones y la emociones presentes. Luego, pudimos completar nuestra interpretación con la explicación de Anu y Nirajan, que nos contaron que es una historia que narra el devenir de uno de los primeros grupos indígenas de Nepal, poniendo de relieve los valores de la cooperación, el amor, la confianza, el cuidado del medio ambiente y el culto a los ancestros. Aunque no hemos podido tener una reunión de trabajo todavía, nos encantó poder encontrarnos en un contexto más informal, recordándonos la importancia de cultivar lazos de amistad con aquellas personas con las que trabajamos.
Las vivencias de estos días nos invitan a elegir nuestra palabra favorita de la semana en nepalí: Visvas (Confianza).


